Aunque inicialmente consideró rechazarlo, Arthur Miller
aceptó el premio Jerusalén porque, como informó a la prensa, “quería tener una
plataforma para entregar un mensaje que en su opinión tenía que ser escuchado”.
Miller no acudió a Jerusalén para recoger el Premio y su discurso fue
pronunciado en diferido. En la alocución que envió por vídeo, Arthur Miller
denunció la política colonial de Israel, el nacionalismo excluyente y la
construcción de asentamientos ilegales. “Hace mucho tiempo, dijo Miller, que
pienso que esta gran ira nacionalista va a llevar a Israel a su
autodestrucción, como ocurriría en cualquier otro lugar, y sería perjudicial
hasta para los judíos y para Israel, si alguien que piensa, como yo pienso, que
esta ira está literalmente destruyendo la identidad israelí a los ojos del mundo
y a sus propios ojos, decidiera callarlo”.
En su obra Después de la caída, Arthur Miller quiso
presentar “el juicio de un hombre llamado a rendir cuentas, ante su propia
conciencia, de sus valores y sus actos propios”. En su lecho de muerte, Arthur
Miller no tuvo que arrepentirse por haber silenciado la colonización de
Palestina, ni legitimado la limpieza étnica que practica Israel, ni intentado
justificar su acto con declaraciones demagógicas sobre la supuesta “pluralidad”
de la sociedad israelí. Tampoco tuvo que
rendir cuentas, ante su propia conciencia, por desconocer y descalificar al
movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones. Este movimiento civil global
no-violento que busca acabar con el Apartheid israelí, aún no existía cuando
Miller recibió el premio. En el ámbito cultural y académico, la campaña de
boicot contra Israel nacería un año más tarde, bajo el empuje de John Berger,
otro reconocido dramaturgo de origen judío. El propio Berger es uno de los
ochos escritores y artistas que en una carta abierta, han solicitado a Antonio
Muñoz Molina que renuncie al Premio Jerusalén -solicitud que ha sido secundada
por el movimiento internacional BDS, el grupo israelí Boycott from Within, la
plataforma palestina PACBI, la red solidaria contra la ocupación de Palestina,
y muchas personas a título individual-.
Mientras esta semana, Muñoz Molina aparcaba la justicia
para entregarse a un ejercicio de autojustificación a ultranza, otros
intelectuales y académicos, encabezados por la profesora de filosofía y
escritora feminista Judit Butler, han sufrido y soportado la presión ejercida
por el lobby sionista de Nueva York, enfurecido ante el anuncio de que en la
Universidad de Brooklyn, se iba a celebrar una conferencia sobre Boicot contra
Israel. Víctima de una persecución que rozó la histeria colectiva, no muy
alejada del argumento de Las Brujas de Salem, la Rectora de dicha Universidad,
Karen L. Gould, resistió las amenazas y
garantizó que la conferencia se celebrara finalmente sin mayores incidentes. En
un artículo que ha publicado en The Nation en respuesta a las acusaciones de
antisemitismo lanzadas contra los organizadores y la propia Universidad, Judith
Buttler afirma, en contradicción con lo que Muñoz Molina hoy ha declarado en
entrevista con medios españoles, que Israel no es una democracia ni respeta la
libertad individual ni acata el derecho internacional.
Ignoramos si Arthur Miller cobró la cuantía económica
que acompaña el Premio y el destino que, en este caso, le reservó. Pero sí
sabemos, porque se encargó de proclamarlo a quien quisiera oírlo -y a quién no
también-, que decidió aceptar el premio con el único propósito de denunciar
públicamente la ocupación israelí de Palestina. De haber existido en 2003, la
campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones contra el estado de Israel, caben
pocas dudas sobre el apoyo que Miller la habría brindado. Porque a Miller le
movían valores universales como la igualdad, la libertad y la justicia.
Hoy Muñoz Molina consigna en su blog “Qué alivio, haber
vuelto a la habitación del hotel, con su balcón que da a la colina ciudad
antigua, que se parece mucho a la colina de la Alhambra vista desde el mirador
de San Nicolás”. Resulta casi increíble que tras haber sido oportunamente
puesto en antecedentes, el escritor no mencione el estatuto de ciudad ocupada
que tiene Jerusalén Oriental. ¿Tampoco habrá reparado en que Jerusalén trae
reminiscencias de Granada, porque su Ciudad Vieja al igual que la Alhambra, es
árabe? Y seguirá siéndolo a pesar de las muchas demoliciones y remodelaciones
que la Municipalidad israelí ha realizado, ayudada en eso por un ejército de
arqueólogos y arquitectos empeñados en demostrar que los hebreos tienen el
monopolio cultural e histórico de una ciudad tres veces sagrada.
Muñoz Molina afirma que “un cierto número de presuntos
partidarios de la paz y de la justicia desde la seguridad de Europa, de España,
manifiestan un odio de una furia verbal y de una intensidad que él no había
experimentado nunca, o casi”. Como Red Solidaria contra la Ocupación de
Palestina queremos aclarar que las cartas que han emanado del movimiento de
Boicot, Desinversión y Sanciones (han sido publicadas en nuestra página web www.nodo50.org/causapalestina)
difícilmente podrían haber contenido odio, furia o amenazas, como también hemos
leído en algún diario. Porque desde sus inicios, se define como un movimiento no-violento que lucha contra la
discriminación, el racismo, la colonización y la intolerancia. Integrado por defensores
y defensoras de derechos humanos y de la legalidad internacional, el movimiento
BDS ha demostrado su disposición a intercambiar, exponer y contrastar
argumentos.
Lamentamos profundamente que Muñoz Molina no haya
respondido a la invitación de diálogo que la RESCOP le envió el 21 de enero por
correo electrónico y por carta entregada en mano en la Universidad de Nueva
York donde es profesor. Nos consta que tampoco contestó a Boycott from Within, un
grupo de activistas israelíes cuyo compromiso con la paz está más que
demostrado, porque tienen el valor y la honestidad de denunciar en su propio
país el Apartheid que ejercen, sobre la población palestina, las autoridades
israelíes. Las mismas que Muñoz Molina tilda, tan generosamente, de
democráticas.
No procede elucubrar sobre los motivos de Muñoz Molina
para aceptar el Premio, ni sobre aquellos que le han conducido a pronunciarse
en contra de la campaña internacional de boicot contra Israel, sin preguntarse
siquiera por qué la defienden personalidades como el Relator especial de
Naciones Unidas para los Territorios Palestinos, Richard Falk, o el Premio
Nobel de la Paz, Desmón Tutu. El escritor ha anunciado que donaría los diez mil
euros del premio a una ONG israelí. Muñoz Molina haría bien en considerar que
para el pueblo palestino, que ya ha sufrido tanta ocupación, desposeimiento y
humillación, sin denuncia, no hay lavado de cara que valga.
No, definitivamente: Muñoz Molina no es Miller.
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